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Foto del escritorJonathan Vindas

No hay tiempo, son excusas.

No hay tiempo, son excusas.

Hoy en día vivimos en una sociedad donde constantemente las expectativas, siendo una persona entre los 25-35 años, son normalmente tener un buen trabajo, un apartamento o casa, un carro, viajar, llevar estudios de posgrado o superiores y tener dinero para ahorrar.

Partiendo de estas demandas muchas veces declaramos no tener tiempo, puesto que la mayoría de las veces, el tiempo que tenemos destinado es para todas estas exigencias que nos damos el día con día.

Esto genera que comencemos a utilizar tiempo después del trabajo, lo que genera jornadas laborales que se convierten de 8 horas a 10-16 horas inclusive, quedando el tiempo restante solamente para llegar a descansar, y de nuevo se vuelve a repetir esto, todos los días.

Lo que no sabemos de esto, es que este estilo de vida nos esta llegando a enfermar puesto las exigencias son tan altas o simplemente no nos da el tiempo, a lo que comenzamos a sentirnos frustrados y por consiguiente comenzamos en muchos casos, a evidenciar síntomas de ansiedad como: dolores de cabeza, dolor de pecho, taquicardia, dificultades para conciliar el sueño, tensión muscular y por último y no menos importante dificultad para concentrarse o quedarse con la mente en blanco.

Ante esto, ¿qué deberíamos de hacer? pues es aquí el titulo “no hay tiempo, son excusas” es cuando debemos de hacer un alto en nuestras vidas y comenzar a replantearnos si realmente esto nos hace felices y si esto que estamos haciendo vale nuestra salud física y mental, por tanto la importancia de decirnos a nosotros mismos que el tiempo que tomemos para nosotros, no es una perdida, si no es una oportunidad de valorar si lo que la nuestra sociedad nos demanda es lo que realmente es importante.

Partiendo de esto menciono lo que Erling Kagge dijo en su libro “El silencio en la era del ruido”: “Me llevó tiempo aprender. Solo cuando me di cuenta de que tenía una necesidad inmensa de silencio fui capaz de ponerme a buscarlo: y allí, en lo más recóndito del estruendo del tráfico y la cacofonía de los pensamientos, la música y el sonido de las máquinas, los iPhone y las quitanieves, me esperaba agazapado. El silencio.

A partir del silencio podemos reflexionar hacia dónde queremos ir realmente.

Psic. Javier Rivera F

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